martes, 16 de noviembre de 2010

Metodología y evaluación de la OP

La base democrática del concepto de OP es discutible. Las decisiones que se apoyan en la OP se hacen por medio de publicidad y comunicación, pero la comunicación es, simplemente, una herramienta tanto para la persuasión como para la recogida de información. “El debate público se refiere principalmente a un debate entre actores de la política contendientes , que se retransmite por los medios de comunicación para que las personas del público atento lo observen y mediten (y, mucho menos frecuentemente, participen). EJEMPLO DE LA RE-REELECCIÓN.
Ya no hay política sin medios ni sondeos. Complementariedad natural: la acción, para los políticos; la información, para los medios; el conocimiento del estado de la opinión, para los sondeos. Estos tres componentes de la política moderna no pueden existir sin los otros y son contrapeso mutuo entre ellos. La política: en la democracia masiva es inseparable de los medios y sondeos, únicos medios para asegurar cierta “comunicación” entre los políticos y el electorado.

Cárteles en México

El narcotráfico es una industria mundial ilegal que consiste en el cultivo, manufactura, distribución y venta de drogas ilegales

El narcotráfico opera de manera similar a otros mercados subterráneos, varios carteles de drogas se especializan en procesos separados a lo largo de la cadena del suministro

En México hay 7 grandes carteles de la droga y decenas de otros más que dominan el narcotráfico en todo el territorio de la Republica Mexicana:
- Cartel de Tijuana
- Cartel de Colima
- Cartel de la Familia Michoacana
- Cartel del Golfo
- Cartel de los Zetas
- Cartel de Sinaloa
- Cartel de Juárez

Los Mass Media y su participación en la OP


Medios de comunicación masivos o de masas (término también muy utilizado directamente en inglés: mass media) son los medios de comunicación recibidos simultáneamente por una gran audiencia, equivalente al concepto sociológico de masas o al concepto comunicativo de público.
La finalidad de estos medios de comunicación es, según la fórmula acuñada específicamente para la televisión, formar, informar y entretener al público que tiene acceso a ellos. Atendiendo a los intereses que defienden, buscan el beneficio económico del empresario o grupo empresarial que los dirige, habitualmente concentrado en grandes grupos de comunicación multimedia, e influir en su público ideológicamente y mediante la publicidad.
Todos los ciudadanos del mundo están expuestos a unos u otros medios, que resultan indispensables como herramienta de comunicación y presencia pública para todo tipo de agentes económicos, sociales y políticos.
La comunicación de masas es el nombre que recibe la interacción entre un emisor único (o comunicador) y un receptor masivo (o audiencia), un grupo numeroso de personas que cumpla simultáneamente con tres condiciones: ser grande, ser heterogéneo y ser anónimo. Los medios de comunicación de masas son sólo instrumentos de la comunicación de masas y no el acto comunicativo en sí.

El rumor como elemento de desinformación.

La desinformación ha existido siempre, pero su utilización masiva a través de los medios de comunicación surge a consecuencia de la conflictividad creciente de los grupos humanos, y más concretamente a consecuencia de los procesos de cambio en una sociedad conservadora.

El punto de partida de la consideración, siempre cierta, de la necesidad de utilizar la información como arma, lo que inevitablemente trae consigo la necesidad de modificar la información en función de unos objetivos concretos de alguna de las partes del conflicto. Para que exista desinformación es necesaria una intención. Sin intención de desinformar no hay desinformación. Podría haber desidia, falta de información, carencia, pero nunca desinformación. Una información truncada o insuficiente, si es resultado de un proceso intencional, es siempre deformadora.
En la guerra psicológica, de gran importancia en todo tipo de conflicto, los adversarios recurren siempre a mecanismos desinformativos. A través de mensajes tratarán de provocar en el receptor cambios de opinión, de actitud o de actuación favorable al objetivo táctico o estratégico propio.
La “veracidad” del mensaje se sustituye entonces por la credibilidad subjetiva. Lo importante no es que un mensaje sea o no cierto, sino que sea creíble. De ahí que la persuasión se convierta en la principal preocupación del emisor de mensajes informativos. Siempre bajo las premisas del adagio “convencer es vencer”.
La desinformación transciende a la ética y su única norma es la efectividad y el éxito mediante la confusión del adversario y el debilitamiento de su resistencia. Con mensajes construidos hábilmente el emisor consigue englobar al receptor en su sistema. De ahí que pueda presentarse dentro de un abanico tan amplio que va desde la falsedad hasta una aproximación tal, con la información veraz, que el límite es difícilmente perceptible. Se la define como “la técnica que consiste en proporcionar a terceros informaciones generales erróneas llevándoles a cometer actos colectivos o a difundir opiniones que correspondan a las intenciones del desinformador”. La desinformación es uno de los recursos más importantes del poder político para minar la resistencia de su adversario. De ahí que sea precisamente el poder político el máximo difusor de mensajes desinformativos.
Para que el mensaje desinformativo sea eficaz precisa de un calculado y permanente goteo en su difusión. La elección del momento es un aspecto esencial para la eficacia del mensaje. No es casual, por tanto, que sea casi siempre en determinados contextos cuando los medios de comunicación difunden informaciones con claros signos desinformativos.

Etapas de la formación de la opinión pública.

Visión racionalista: que pertenece y arranca de la concepción liberal tradicional del hombre y la sociedad. De acuerdo con la tesis fundamental de la Ilustración, los hombres nacen libres e iguales, dotados de racionalidad, y por consiguiente tienen derecho a sustentar diversos puntos de vista sobre las cuestiones que les afectan. Supuesta la racionalidad innata del hombre, en la discusión abierta del cúmulo de opiniones diferentes sobre un mismo tema, aquella que obtenga un mayor número de adhesiones acabará revelándose como la más adecuada. Si honestamente todos buscan la verdad, la coincidencia del mayor número tenderá a coincidir con la propuesta más racional. Autores: Gino Germani y Robert Park, entre otros.
Visión irracionalista: Diametralmente opuesta a la anterior, plantea que la opinión pública o la faceta de ella que más fuertemente adquiere categoría de presión social es la que surge de prejuicios irracionales e intransigentes, escasamente basados en la realidad de los hechos y sin embargo comúnmente compartidos por la mayoría de la comunidad de modo visceral. Esta interpretación ha sido sostenida por autores temporal o ideológicamente tan dispares como Maquiavelo, Locke o Stuart Mill, los cuales, en la totalidad o parte de sus escritos, no dudaron en describir la “Voz del Pueblo” como ignorante, egoísta, caprichosa, voluble, intransigente y al mismo tiempo fácil de manipular. Autores: Walter Lippmann y Elisabeth Noelle-Neumann (La espiral del silencia), entre otros.
Visión de la superestructura ideológica de clase: Está a mitad de camino entre las visiones racionalista e irracionalista. La posición dentro de la estructura de producción, el momento histórico, etc. Determinan el tipo de pensamiento y de ideología que expresará cada individuo por tendencia natural. En dicho esquema es lógico que la ‘ideología burguesa’ corresponda a la visión y posición en el mundo de la ‘clase burguesa’. La opinión pública, entonces, no proviene del debate racional entre todos los hombres libres e iguales –como señalaba el liberalismo clásico- sino que constituye el resultado fragmentado horizontalmente de las distintas clases que conforman la sociedad. Autores: Carlos Monzón, Silvia Molina, entre otros.
Visión intelectualista, institucionalista y funcionalista: Comparando las tesis que sobre el papel e importancia de los intelectuales aportan la “sociología del conocimiento” y el radicalismo meritocrático orteguiano, puede establecerse una clara convergencia: Tanto si procede de una variante “izquierdista” como de una “conservadora de derechas”, la visión intelectualista preconiza la salvaguarda racionalista de la opinión pública sólo en el caso de limitarse o estar influida por las corrientes de opinión emanadas de los intelectuales. La institucionalista, versión más reciente y pragmáticamente mediocre del intelectualismo, sostiene que la cristalización o representación genuina de la opinión pública es el Parlamento. El funcionalismo, cuyo autor más representativo es Niklas Luchmann, es una visión dualista: institucional y funcional. La “función” que cumplen en el sistema social diversos elementos de simplificación es justamente preservar la cohesión del propio sistema.
Visión crítica o industrial: El espacio público abandonado a las tendencias de la sociedad industrial y consumista estará dominado por corrientes de opinión irracionales, fácilmente persuadibles por los técnicos del marketing o la propaganda. Las corrientes de opinión racionales, capaces de purificar lo anterior, sólo podrán surgir cuando se instaure un estilo y unas condiciones de debate en libertad y con esfuerzo comprometido de todos los intervinientes por alcanzar acuerdos sólidamente racionales. Autores: Jürgen Habermas y la Escuela Crítica de Frankfurt.

La formación de la opinión pública.

Desde los años treinta del siglo XX, primero en Estados Unidos y, poco más adelante en Inglaterra y Europa continental, comienza a hacerse explícito el interés por el fenómeno de la “Opinión Pública”, debido a la extensión de los llamados “estudios de opinión”, al menos en lo que ha sido su forma predominante: la encuesta estadística. Y debe ser que “eso” de la “opinión pública” importa; si no, ¿cómo justificar los cuantiosos gastos que las distintas administraciones, gobiernos, partidos políticos, medios de comunicación y otras entidades dedican a la realización de dichos estudios?
Sin embargo, estos desarrollos se han producido no sin dificultades debido a la naturaleza de lo que se pretende conocer: la opinión pública. Normalmente, al tratar de definir este término, se generan grandes problemas para llegar a una definición consensuada entre los distintos autores del tema que, desde los años treinta, reflejarán en sus escritos, tanto el debate que suscita la relación entre los conceptos de actitud y opinión, como el reconocimiento de las limitaciones de los instrumentos metodológicos con que se contaba hasta ese momento (básicamente escalas de actitud y encuestas), para reflejar cuantitativamente entidades difícilmente objetivables (¿qué se logra medir realmente?).

De aquel debate, todavía no resuelto, parece haber quedado de manifiesto que la “actitud” es una “tendencia a actuar” relativamente estable que el individuo abstrae de su cultura o de un grupo de experiencias; en cambio, la “opinión”, aunque parece llevar implícita una actitud, sería más bien la expresión pública sobre un tema controvertido, fundamentalmente a través del lenguaje, pero también por gestos, signos o símbolos. Sería erróneo considerar que la opinión pública es una fuerza constante con características permanentes, ya que, más bien al contrario, tendría un carácter dinámico: se trata de una diversa y cambiante forma de expresión social. Debido a que la opinión tiene su origen en distintas esferas de la sociedad, puede adoptar distintas características según las circunstancias, y exhibir, como hemos dicho, distintas formas de expresión. Por ello, encontramos autores que hablan de la perspectiva situacional al referirse a la opinión pública, considerando como “público” la colección de individuos que realmente forma y expresa opiniones sobre un tema específico en un momento concreto. Dado que las condiciones de la población cambian de situación a situación, las características de la opinión pública cambian de un contexto a otro, de forma que las variaciones que ésta experimenta se explican como resultado de las interacciones entre creencias, valores de los individuos y condiciones sociales y políticas.