martes, 16 de noviembre de 2010

El rumor como elemento de desinformación.

La desinformación ha existido siempre, pero su utilización masiva a través de los medios de comunicación surge a consecuencia de la conflictividad creciente de los grupos humanos, y más concretamente a consecuencia de los procesos de cambio en una sociedad conservadora.

El punto de partida de la consideración, siempre cierta, de la necesidad de utilizar la información como arma, lo que inevitablemente trae consigo la necesidad de modificar la información en función de unos objetivos concretos de alguna de las partes del conflicto. Para que exista desinformación es necesaria una intención. Sin intención de desinformar no hay desinformación. Podría haber desidia, falta de información, carencia, pero nunca desinformación. Una información truncada o insuficiente, si es resultado de un proceso intencional, es siempre deformadora.
En la guerra psicológica, de gran importancia en todo tipo de conflicto, los adversarios recurren siempre a mecanismos desinformativos. A través de mensajes tratarán de provocar en el receptor cambios de opinión, de actitud o de actuación favorable al objetivo táctico o estratégico propio.
La “veracidad” del mensaje se sustituye entonces por la credibilidad subjetiva. Lo importante no es que un mensaje sea o no cierto, sino que sea creíble. De ahí que la persuasión se convierta en la principal preocupación del emisor de mensajes informativos. Siempre bajo las premisas del adagio “convencer es vencer”.
La desinformación transciende a la ética y su única norma es la efectividad y el éxito mediante la confusión del adversario y el debilitamiento de su resistencia. Con mensajes construidos hábilmente el emisor consigue englobar al receptor en su sistema. De ahí que pueda presentarse dentro de un abanico tan amplio que va desde la falsedad hasta una aproximación tal, con la información veraz, que el límite es difícilmente perceptible. Se la define como “la técnica que consiste en proporcionar a terceros informaciones generales erróneas llevándoles a cometer actos colectivos o a difundir opiniones que correspondan a las intenciones del desinformador”. La desinformación es uno de los recursos más importantes del poder político para minar la resistencia de su adversario. De ahí que sea precisamente el poder político el máximo difusor de mensajes desinformativos.
Para que el mensaje desinformativo sea eficaz precisa de un calculado y permanente goteo en su difusión. La elección del momento es un aspecto esencial para la eficacia del mensaje. No es casual, por tanto, que sea casi siempre en determinados contextos cuando los medios de comunicación difunden informaciones con claros signos desinformativos.

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